





Mario Guaita (de nombre artístico, y no es broma, Ausonia) era en 1913, a sus 31 ó 32 años de edad (según la fuente), un conocido artista de circo que despertaba la admiración por su recreación de célebres cuadros y composiciones escultóricas, gracias a un equilibrado y atlético cuerpo, que había sido merecedor de un premio de belleza masculina en la Academia de las Bellas Artes de París. Esas cualidades le llevaron a encarnar a Espartaco en la película homónima de 1913, producida por Ernesto Maria Pasquali. Éste, uno de los que había colaborado en la época de los pioneros con Arturo Ambrosio, desde 1908 había emprendido el camino de una productora propia, también radicada en Turín, que llamó Pasquali Film. El proyecto fue encargado a Giovanni Enrico Vidali, en lo que suponía su debut como director. También colaboran en la labor "autoral" de la obra corresponde a Renzo Chiosso, responsable del argumento, y, sobre todo, del pintor y figurinista Domenico Gaido, responsable de la cuestión artística.
El desfile de prisioneros tracios y las tropas romanas, el acceso del ejército al monte Vesubio o los espectáculos en el circo Máximo dan pie a grandes escenas de masas, en las que se combina un interesante rodaje en exteriores con una apelotonada conjunción de actores y extras, no muy dinámica. Más fuerza cinematográfica tienen algunos de los momentos rodados en los decorados de Gadio, pero no tanto por los decorados sino por el punto de vista y la composición del plano. Situémonos en nuestro presente y pensemos en el reportero de un telediario informando junto a la cámara de algo que está situando justo detrás y girándose hacia atrás para hablar con alguien que pueda increparle desde allí. Pues un equivalente a ese plano se construye varias veces, con Espartaco o Noricus al frente y, por ejemplo, Craso y sus colaboradores al fondo. No tan conseguidas como las que vimos en Quo Vadis?, pero igualmente efectivas, sobre todo teniendo en cuenta que la película de Guazzoni sí tenía actores de peso que ayudaban a la puesta en escena, mientras que aquí la cámara ha de trabajar el doble para sacar partido de un actor con más pose que otra cosa.
Este espacio nació con la idea de poner un poco de orden en mi pasión por el cine silente, viendo y divulgando películas dentro de un contexto o al hilo de algún evento, ya fuera como reseña de un ciclo de la Filmoteca, la lectura de un artículo o el visionado privado de una serie de películas. Creo que, en especial en esta segunda etapa, este blog va en la dirección deseada, aunque últimamente la falta de tiempo hace que mis reseñas y artículos se hagan más espaciados. Me consta que algunas de las cosas que he presentado en este blog (todo textos originales, algo no siempre frecuente) han interesado a muchos, aunque no lo hayan hecho notar siempre en los comentarios, sino en varios e-mails personales o en otros lugares con los que este espacio dialoga de alguna manera (unos se citan a otros y salen beneficiadas las películas y las ideas que generan). Me han hecho feliz igualmente las amabilidades y colaboraciones de otros responsables de blogs y foros como el entusiasta que me escribe de lugares como Costa Rica, Chile o Argentina, así como las amistades que me han hecho caso por fin con el tema de ponerse a ver estos filmes y algunos han adquirido hasta adicción. También me consta que he contribuido con algunas ideas y bibliografía que me amablemente me han pedido vía e-mail, como el caso de un investigador con una beca en Dinamarca, una de las cinematografías mejor tratadas en este espacio y valoradas por los lectores.

En estos momentos no podemos hablar de películas importantes como La caduta de Troia (1910), que ya habían dado a Pastrone un nombre en el cine italiano, aunque al parecer ya anda disponible en Italia para los cinéfilos y no tardaremos en acceder a alguna edición. Hoy nos vamos a centrar en dos títulos, uno dirigido por Pastrone, aunque más bien obra de Chomón, titulado Più forte che Sherlock Holmes (1913), y otro atribuido a él, una película de intrigas y persecuciones protagonizada por Berta Nelson, titulada Vittoria o morte (1913).
Più forte che Sherlock Holmes (1913)
El corto es una excusa para el lucimiento acrobático de Domenico Gambino (Saltarelli), su protagonista, y para que Chomón se disponga a mostrarnos todo su arsenal de trucajes y transparencias. La trama es bien sencilla. Un hombre, admirador de las historias de policías y ladrones que le surten los diarios, se queda dormido. Mientras sueña, su transparencia sale de su cuerpo y se ve persiguiendo a un ladrón en escenarios cambiantes (un río, donde el ladrón hace piruetas sobre el agua, un edificio, que escalan sin problema) hasta llegar a una habitación a oscuras, donde el artificio técnico se efectúa con un juego de luces y sombras realmente muy interesante. El ladrón llega a convertirse en silueta y en muñeco de trapo en la pelea final. En el transcurso de esta pelea el hombre dormido que está soñando que golpea al ladrón se despierta a la realidad donde sus golpes los está recibiendo su sufrida esposa.
Pastrone fue, además de director de algunas producciones de la Itala, responsable de muchas tareas dentro de la compañía, y muy especialmente desempeñó la labor de supervisor y diseñador de las estrategias comerciales en la producción de los filmes. Una de sus contribuciones en ese sentido, podríamos decir que la principal, fue la de acostumbrar al público a ir a ver "una película de...", una película hecha a la medida de una estrella, de un personaje o de un tema, y especialmente célebres las series "Una de Cretinetti" o "Una de Maciste", de las que puede considerarse "autor", ya fuese detrás de la cámara o en los despachos.
Vittoria o morte responde a esa necesidad, como un producto de consumo, orientado a poner en marcha una serie de ingredientes de tipo estándar para configurar una típica película de persecuciones y robos, al estilo de los seriales franceses. Una caja de caudales es el objeto de codicia de una serie de personajes, que se persiguen por tierra, mar y aire y que se sirven de disfraces, de cuerdas o somníferos para sus propósitos, en sórdidas habitaciones o lujosos hoteles.
A Blanche (Berta Nelson, en la foto) la duermen con el somnífero que le han puesto en el ramo de flores que le han regalado y un hombre (Bernard) fuerza unos cajones para hacerse con una caja de caudales. Más tarde, rescatada tras un vuelo en avión en el que viaja, es conducida a un barco, en donde descubre al ladrón disfrazado con una barba. Bernard, el ladrón provoca un incendio en el barco y se va hundiendo. Blanche ve inundarse su habitación y logra salvarse saliendo por la escotilla. Tras varias escenas intensas, donde hay una gran labor de montaje, Blanche es avistada desde un barco y salvada mientras se aferra a un tronco. Un joven, Wilkinson, la va a visitar. En una posterior visita de Bernard (quien se ha visto incapaz de abrir la caja de caudales que ha robado) a Wilkinson y Blanche mientras éstos disfrutan de un desayuno campestre, Bernard coquetea con la joven y se emplazan a una cena romántica, que en realidad será un juego de engaños. Gran dominio de los gestos, especialmente de la actriz, entre la apariencia y la intención. Finalmente, ella confiesa quién es y le muestra una pistola, pero él va cediendo a causa del veneno que ella le ha suministrado en la copa. Wilkinson y Blanche acuden al domicilio de Bernard y logran abrir la caja. Escapan por el balcón ante la llegada a la casa de la policía, que es recibida con una gran explosión. La posterior persecución ofrece un tráveling desde dos puntos de vista, hasta que la pareja acaba huyendo en avión. Blanche es condecorada y recibe la bendición de su padre para casarse con Wilkinson. Y esto, obviamente, es el final.


