martes, 15 de mayo de 2007

AFGRUNDEN (EL ABISMO, 1910) de Urban Gad

El éxito del cine en Dinamarca de la mano de la Nordisk llevó a la creación de nuevas productoras especialmente entre 1910 y 1914, poco antes de la Primera Guerra Mundial, un evento que marcaría un declive industrial en la cinematografía danesa, aunque no creativo. Una de las más prósperas de esas productoras fue Kosmorama, que tuvo la suerte de lanzar internacionalmente a una de las primeras divas del cine mudo europeo, Asta Nielsen, con la película que nos ocupa. Fue dirigida por Urban Gad, con el que la Nielsen se casó en 1912 y con quien marcharía a Alemania para realizar algunos títulos fundamentales en la cinematografía alemana como Die Arme Jenny (1912) o Engelein (1914).


Asta Nielsen fue una actriz muy versátil capaz de seducir tanto por el movimiento de sus caderas como por el dramatismo de sus sufrientes personajes, entre los que se incluye un sugerente e insólito Hamlet de la película homónima (1921), dirigida por Sven Gade y Heinz Schall. Precisamente esa versatilidad está ya en su tarjeta de presentación internacional, Afgrunden (1910), por cuanto su personaje tiene dos caras: la refinada y formal profesora de piano que entabla poco más que una amistad con el caballero Knud, y la provocativa y seductora mujer, entregada a la pasión por culpa de un cowboy de circo, Rudolph, con el que se fuga y actuará posteriormente en el circo. Al final triunfa la segunda de forma trágica, llorando salvaje y sin ataduras en el cuerpo sin vida del hombre al que asesina por celos. Esta cara del personaje, y especialmente la antológica escena del baile gaucho con Rudolph (interpretado por el también director Robert Dinesen), dio la vuelta a medio mundo: no sólo por el escándalo de los movimientos de la Nielsen, sino también por el papel desenvuelto y activo que representaba para las mujeres de la época ver a una de ellas entregada, lejos de toda apariencia, a sus pasiones y emociones. Así, en la escena célebre del baile, llama tanto la atención la forma que la Nielsen tiene de moverse como el hecho de que el hombre ante el que baila esté maniatado, a merced de lo que improvisa la mujer apasionada, que además baila a espaldas de él, con los ojos cerrados, concentrada en lo que siente. En algunos momentos parece más una insinuada masturbación, un juego sexual con ella misma, que un juego de seducción destinado al otro.

Todo ello en unos 41 minutos, una duración novedosa para la época pues se acostumbraba a rodar en 20 minutos. Más tarde, los daneses contribuirían a la consolidación de un metraje más o menos estándar para el largometraje. Quizás esta duración, tan corta para lo que cuenta desde nuestro punto de vista, vaya un poco en contra de la película, proyectada hoy en día. A ello contribuye la forma tan precipitada y tan brusca de pasar de una acción a otra, sin un elemento de transición (una imagen simbólica, por ejemplo). De la fuga se pasa al número de baile y al final de éste a la evidencia de que Rudolph tiene otra amante. Pero estamos en 1910 y el cine se está configurando a sí mismo. Esta película, a pesar de los aspectos novedosos que encierra, especialmente en el tratamiento temático de las pasiones de una mujer, forma parte del cine de los pioneros, algo que se ve sobre todo en la parte final, cuando un buen número de curiosos se agolpa para ver dentro de una habitación la tragedia que acaba de ocurrir. En ese momento, el decorado, que parecía hecho de paredes reales, se mueve y las paredes se curvan porque están hechas de cartón piedra. Un detalle que mueve a la sonrisa del espectador que pueda sustraerse por unos segundos de la trama principal y recordar el aspecto ingenuo y doméstico que presidían este tipo de producciones, algunas, insistimos, con tan buenas pretensiones como ésta, cuyo principal punto de interés, además del histórico, es Asta Nielsen.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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