jueves, 7 de agosto de 2008

LA DAMA DE LAS CAMELIAS (1915) de Gustavo Serena


La novela de Alejandro Dumas, hijo, La dama de las camelias, publicada en 1848, dio lugar ya desde el arranque de varias cinematografías a diversas adaptaciones. Así, la primera de todas, dirigida en 1907 por Viggo Larsen, coincide con los primeros pasos de la Nordisk, o la que dirige Ugo Falena en 1909, con los del cine italiano. En 1911 Louis Mercaton dirige la primera adaptación francesa, con Sarah Bernhardt como protagonista, y en 1915 Albert Capellani dirige la primera estadounidense, dos años antes de que Theda Bara la encarne. Dentro del cine alemán, Erna Morena y Pola Negri asumen respectivamente el papel en 1917 (para Paul Leni) y 1920 (para Paul L. Stein). Ya en los años 20, el tema sirve para un lucimiento estelar del dúo Rodolfo Valentino y Alla Nazimova, en 1921, y de Norma Talmadge, de la mano de Fred Niblo (1926). Cuando diez años después, Greta Garbo la protagoniza, dirigida por George Cukor, en la adaptación más conocida, el tema está ya más que manido. En el cine sonoro, la novela será motivo de nuevas adaptaciones (sobre todo, más recientemente, para la televisión), aunque no con la frecuencia ni interés con la que se dio en el cine mudo. No hay que olvidar tampoco que sirvió de base para la conocida ópera La Traviata, de Verdi, que también ha sido motivo de diversas adaptaciones.

La versión que de la novela de Dumas dirigió Gustavo Serena en 1915 es una de las más recordadas. Serena también la interpreta y repite así, con Francesca Bertini, el tándem que protagonizó la exitosa Assunta Spina. A pesar de tomar un asunto procedente de la literatura francesa (aunque con temas ciertamente universales), la película sabe llevarlo a su terreno, en el ámbito de los melodramas de las divas. La enfermedad y los pesares amorosos de la protagonista son un buen vehículo de lucimiento para la Bertini, que tenía con muy poco para desplegar sus gestos de mujer afectada por el amor y el dolor. Narra las idas y venidas del amor entre Margarita Gautier y Armand Duval, quien intenta sacarla de la vida disipada y llena de gastos que ésta lleva. También los conflictos con otros personajes que de esta relación se derivan: el intento del padre de Armand de emparejar a su hija con el hijo de un aristócrata, quien no ve con buenos ojos la vida de escándalo que lleva la amada del futuro cuñado de su hijo.


Como ocurría con Assunta Spina, la película tiene en el estatismo de la cámara un recurso premeditado, aunque en este caso hay algunos movimientos laterales, muy suaves, casi imperceptibles que centran o dinamizan determinadas escenas. Es una película de muchas escenas interiores, con salones aristocráticos como referente ambiental (uno de los principales valores de la cinta), aunque hay algún exterior junto al mar, similar a la que se daba en Assunta Spina, con velero de fondo y una claridad difuminada. Dentro de toda una parte de exteriores en una casa de campo, aparece una bella escena en la que dos de los protagonistas (Armand y su futuro cuñado) conversan con una larga carretera de fondo en la que aparece un coche; éste se acerca a donde la pareja esta conversando, es decir, se acerca a la cámara y justo se detiene en el plano deseado para hablar con ellos. Son planos bastante aislados dentro de una dinámica muy teatral, que se cierra con un exagerado gesto de abatimiento de la Bertini antes de morir y un brusco apartar del cadáver por parte de Armand Duval (Gustavo Serena), tan brusco que hasta tiene un punto de cómico.