viernes, 21 de septiembre de 2007

ANDRÉ DEED: CRETINETTI Y EL HOMBRE MECÁNICO


André Deed, al que ya presentamos en un anterior artículo sobre la comicidad italiana "a la francesa", nació en 1879 con el nombre de André Chapais y se vio obligado a trabajar desde temprana edad, al quedar huérfano. Pronto orientó su actividad al teatro de variedades donde trabajó como actor y acróbata. Fue uno de los actores captados por Georges Méliès para sus cortos, en los que intervino entre 1901 y 1904, etapa en la que pudo aprender algunos rudimentos técnicos del cine, especialmente el uso de los trucajes. Inmediatamente después pasó a la Pathé, donde, tras un año en pequeños papeles, se le confió el personaje cómico de Boireau, que interpretó en una serie de películas entre 1906 y 1908. Conocido como Beoncelli en Italia, fue contratado por una compañía de este país, la Itala turinesa, con la que rodó a partir de 1909 un buen número de cintas cómicas, adoptando un nuevo nombre (por cuestiones de derechos): Cretinetti o 'pequeño cretino'. Antes de proseguir con la andadura de este cómico, entre Francia e Italia, hablemos de algunos de estos cortos, escritos y dirigidos por él mismo, su hermano u otros directores como Ernesto Vaser o Emilio Verdannes.



Casi todos los cortos presentan a un personaje con actitudes de mimo (explica siempre con gestos lo que va a hacer a continuación), saltarín (quizás en exceso) y dado a armarla en cuanto tiene la más mínima oportunidad, lo que genera líos entre un grupo de personas y las escenas de persecuciones consiguientes. Se suman además elementos de fantasía y un uso deliberado del trucaje.

Uno de los primeros y más atractivos de la serie es, sin duda, Cómo Cretinetti paga sus deudas (1909), donde un Cretinetti moroso se las ingenia para huir de sus acreedores. El método que utiliza es el de esconderse dentro de una maleta con la que sale de su casa y cruza calles y parques. En algunos momentos recuerda a El hotel eléctrico (1908) de Chomón; en otros, su herencia por los trucajes a lo Méliès. Por si no tuviera suficientes problemas, en uno de los momentos de su periplo se divierte molestando a una pareja y besa a la chica. Al final se escabulle de sus perseguidores, convenciendo a otra pareja para que se meta en la maleta, y con ello son las víctimas equivocadas del linchamiento de los perseguidores de Cretinetti, quien, como un fantasma, sale y entra de las paredes de un edificio vecino. Ante sus burlas, la pareja apalizada quiere vengarse, pero sus golpes no logran impactar a un Cretinetti transparente. Éste acaba haciendo desaparecer a la pareja y a sí mismo, lanzando su característico bombín al aire. Al dar vueltas sobre sí, el sombrero queda en el vacío como único elemento del plano, y de su hueco acaba saliendo el logotipo de la compañía, la Itala, como final del corto.

Una de sus constantes es la construcción de gags que giran alrededor de la voluntad del personaje de hacer una cosa y el resultado desastroso y diferente de su acción. Así, en Cretinetti, voluntario de la Cruz Roja (1910) llega a armar un lío por tratar de salvar la vida de lo que resulta ser un maniquí; en Cretinetti supersticioso (1910) intenta evitar cualquier tipo de accidente, pero en su intento de rodeo le ocurre algo: no toma el ascensor por miedo y se cae por las escaleras, o esquiva a un hombre con carretilla y acaba siendo tocado por un automóvil.

Otra constante es la de meterse en líos y contribuir a la destrucción. En Cretinetti, empleado de banca (1910), tras pelearse en la terraza de un café y robar un traje, acude tarde a su primer día de trabajo en un banco, donde la multitud agolpada esperándole a que les atiendese destroza el mobiliario del establecimiento. En Cretinetti en la jaula con los leones (1910) es obligado a entrar en la jaula de esos entrañables animalitos (coincide con ellos en pantalla gracias al uso de transparencias) y logra salir de ella, pero se la deja abierta; perseguido por los leones, acaba arruinando una función en el cine, donde los feroces animales se hacen mansos como espectadores de una película en la que interviene el propio Cretinetti.

La película que admiran los leones es similar a Cretinetti y el balón (1910), donde interpreta a un niño vestido de marinerito (antecedente claro de Jaimito) que la lía con sus travesuras. El juego con un balón contribuye a la destrucción de la vajilla y adornos familiares, al fin de la paz en la calle y a la caída de un balcón. En otro corto, cuyo título no he podido identificar, también hace de niño travieso, quien junto a su novia se pone a experimentar con la electricidad para fastidiar con descargas a los adultos, que acaban amontonados y bailando de forma nerviosa en una escalera y en el techo, en un trucaje, este último, de gran eficacia visual.
En el brevísimo corto Cretinetti en el cinematógrafo (1911), el protagonista se mete en una sala de proyección y anuncia al espectador que la va a liar. En un despiste del proyeccionista, Cretinetti manipula el proyector e invierte la imagen de la pantalla, lo que despierta una fuerte indignación entre el público de la sala y provoca una pelea con el propio proyeccionista. Se trata de unas de las primeras muestras del espectáculo de cine como tema de una película.

En Cretinetti más allá de lo habitual (Cretinetti più del solito, 1911), su personaje se empeña en hacer las cosas de la vida cotidiana no por el medio habitual, sino con rodeos absurdos, peculiares. Ya de entrada, sale de su casa por la ventana, con ayuda de una cuerda y enciende un cigarrillo con una cerilla, pero no directamente: con la cerilla enciende una vela, que a su vez le sirve para quemar un periódico y con las llamas se enciende el cigarrillo. Y en esa línea de complicarse la vida sigue su paseo: se tira al suelo para colocarse, sin utilizar las manos, el sombrero que se le ha caído; entrega amistosamente la cartera a unos asaltantes; tira la chaqueta al suelo y se la vuelve a colocar, estirándola con una cuerda que ha atado a una ventana, y, finalmente, la lía en una comisaría a la que, obviamente, no ha entrado por la puerta, sino rompiendo la pared enladrillada con ayuda de un pico. Una delicia de corto.

El titulado Una aventura extraña de Cretinetti (1911) no se basa tanto en el absurdo como en lo grotesco. Aquí Cretinetti es secuestrado por una negra gigante (interpretada por un hombre blanco, claramente disfrazado), quien le caza con un lazo y lo conduce desde la calle hasta su habitación por la ventana. Tras conseguir zafarse de su perseguidora, ésta consigue atraparlo. Tras un rótulo que indica "Tres años después" la pareja está rodeado de muchos niños, que tienen una mitad de su cuerpo de blanco y la otra de negro. Curiosa manera de representar el mestizaje.

Otro muy divertido es Cretinetti, agente de seguros (1911) donde su personaje tratará por los medios de que una pareja contrate con él una poliza. Les persigue una y otra vez, es expulsado de casas y coches en marcha, hasta que consigue la firma deseada, cuando marido y mujer están aferrándose a una tubería para no caerse del tejado. Hasta que no tiene la póliza firmada no se dispone al rescate de la pareja.

Estos cortos le encumbrarían en Europa y en Estados Unidos, donde por entonces ya empezaban a despuntar nombres como los de Max Linder o Mack Sennett, además de los muchos imitadores de André Deed en Francia, Italia o en lugares más remotos como Rusia. Entre 1912 y 1915 volvió a colaborar en Francia con Pathé, explorando su humor absurdo y lleno de movimiento. Tras realizar nuevas entregas de Cretinetti en Italia, el fin de la Gran Guerra también lo fue de su popularidad. Sólo ofreció durante la década algún filme de interés como el que va a ocupar nuestras siguientes líneas: El hombre mecánico (1921), que escribió y dirigió.

Este título es una parodia de los seriales y especialmente apunta a Master Mystery (1920), estrenado un año antes, un policiaco al servicio del mago Houdini, con la presencia de un robot. El "hombre mecánico" que aparece en el título de André Deed realmente mueve a la risa (recuerda al robot de la serie Futurama). Movido por una malvada y bella joven, derriba puertas y paredes, y está obsesionado por lanzar al vacío a la gente que encuentra a su paso. En lucha contra él está Saltarello (realmente un nombre muy adecuado), aunque invierte buena parte de su tiempo en escapar de la policía y de las cárceles donde ésta le confina. Algunas escenas resultan de un humor muy kitsch, especialmente una en la que el robot persigue un coche y ya no hablemos de lo que parece ser el enfrentamiento entre el robot y otro idéntico a él y que acaba en baile. Si no fuera una parodia...
Lo que no es demasiado divertido es el final de André Deed. Se había iniciado con Méliès y corrió una suerte parecida a este pionero, aunque sin redescubrimiento y reconocimiento final en vida. Murió muy pobre y olvidado, reivindicado sólo mucho más tarde y más bien en la letra pequeña de las historias del cine.

1 comentario:

Antonio Belmonte Navarro dijo...

Recuerdo, para los que se ofrecieron a ello y para los que lo quieran hacer ahora, que a partir del domingo 23 de septiembre publicaremos en este blog diversos testimonios vuestros sobre AMANECER. Como algunos me habéis pedido extender el plazo para entregar esas colaboraciones, pues lo extiendo sin prisa, para ir publicándolos en los próximos días.

Un abrazo