En referencia a unos cortos de Pastrone ya hablamos de la estrecha colaboración de Segundo de Chomón con este cineasta en sus títulos más importantes. En buena medida, el inicio de esa colaboración, al menos en sus aspectos más significativos (pues Chomón ya participa en Padre, de 1912) tiene lugar con Tigris (1913). Un año antes, Segundo de Chomón, que no ve demasiadas perspectivas en Barcelona para desarrollar su cine, acepta en el mes de mayo una oferta de la Itala Film para trabajar en la compañía, después de unos primeros contactos en febrero. Significa el inicio de una relación que deja para el cine italiano su colaboración decisiva en títulos como Cabiria (1914), Il fuoco (1915), la serie sobre Maciste, Tigre reale (1916), La guerra y el sueño de Momi (1917). La retirada de Pastrone al final de la I Guerra Mundial significa un duro golpe para la continuidad de Chomón en la productora y desde su despido oficial (1922) alterna colaboraciones en Francia e Italia (donde volverá a brillar con Maciste en el infierno, 1926).
Recomendado, al parecer, por Lucien Nonguet, también en Italia después de su paso por la Pathé, Chomón es contratado por Pastrone porque responde a las expectativas del realizador italiano, en su búsqueda de un técnico polivalente, capaz de asumir tareas de dirección y manejo de la cámara, ocuparse de la iluminación y la fotografía, inventar trucajes y aportar todo tipo de soluciones técnicas, tanto en el rodaje como ante el celuloide. Pocas veces Pastrone reconocerá en público su gran aportación al cine mudo italiano, por cuestión de orgullo, pero ésta existió.
En 1912 colabora ya en Padre y consolida su participación en Tigris, una producción de persecuciones y disfraces, que sólo presenta dos puntos de interés: las escenas concebidas por Chomón y la curiosidad de ver, tal como se anuncia al inicio mismo de la película, por si quedaba alguna duda, a un único actor interpretando a tres personajes, "incluso dos al mismo tiempo en la pantalla", algo que resultaría muy novedoso en la época. No es que varíe mucho la caracterización y de hecho se juega a desconcertar al espectador, con barbas "reales" y postizas, y un continuo transformismo del mismo actor. La aparición conjunta en el mismo plano de varios de esos tres personajes es labor del trucaje, y por lo tanto de Chomón.
Las escenas en que más interviene el pionero aragonés corresponden principalmente a las que requieren trucajes o efectos especiales de luz. Entre las primeras destaca la pesadilla del inspector Roland, donde juega con transparencias y el contraste entre el inspector que sueña (plano real) y lo soñado que parece abrirse paso en una pantalla que sale de la propia realidad. Más impactante incluso que esta escena es la del célebre escena en que enfrenta a ladrones y policías en la oscuridad: sólo se ven destellos y ráfagas de luz propiciadas por los disparos, única presencia en pantalla. Un punto de partida similar, pero mejorado por la evolución técnica, tanto de la fotografía como del sonido, servirá a Fritz Lang para hacer uno de los grandes momentos de El testamento del Dr. Mabuse, ya en la década de los 30.
Algunos de los títulos en los que colaboró Chomón los iremos viendo en las próximas semanas, pero todo el mundo recuerda por encima de todos un título, del que hablaremos en nuestro próximo post dedicado al cine mudo italiano: Cabiria. Una colaboración ésta, como en otros casos, que la historiografía cinematográfica tardó en reconocerle, incluso por estos lares.
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