domingo, 18 de mayo de 2008

LAS AVENTURAS EXTRAORDINARIAS DE SATURNINO FARANDOLA (1914) de Marcel Fabre (y Luigi Maggi)



Encanto. Ésa es la palabra que mejor define todo este título interpretado y dirigido por Marcel Fabre (a quien ya presentamos en un anterior artículo, "Comicidad italiana a la francesa") y Luigi Maggi, no acreditado como tal, para la Ambrosio Films. Una película realmente fresca, puro entretenimiento y que busca, entre la parodia y el homenaje, un acercamiento visual y humorístico al mundo de Julio Verne (20.000 leguas de viaje submarino, Cinco semanas en globo, La vuelta al mundo en 80 días) a través de la adaptación de la obra Viajes extraordinarios de Saturnino Farandola en las 5 o 6 partes del mundo y en todos los países visitados y no visitados por Julio Verne, de Albert Robida.

En Oceanía, el navío de capitán Farandola se hunde en el mar durante una fuerte tormenta. Antes de morir, su mujer logra a poner a salvo a su bebé (nuestro Saturnino, convertido en una suerte de Moisés), junto a una nota, en una pequeña caja de madera. Flotando llega hasta la Isla de los Simios, donde crece junto a los monos que la habitan. Rescatado por una tripulación, acaba entrenándose en el arte de navegar. Durante una operación de buceo para encontrar perlas, una compañera buzo es tragada por una ballena, y reaparecerá viva más tarde al ser capturada la ballena por el excéntrico director del Museo Oceanográfico de Melbourne. Saturnino logra rescatar a la joven, la primera de una serie de aventuras que tienen lugar por tierra, mar y aire. Rescata un elefante blanco, símbolo del reino de Siam, salva a unas mujeres a punto de ser sacrificadas en el Nilo y, entre otras aventuras (donde la mujer es la que casi siempre le salva a él), llega una batalla final en el aire, con los globos como protagonistas, seguramente el tramo más recordado de la cinta. Al final, la pareja llega hasta la Isla de los Simios, donde encuentran su reposo y su paraíso.

No importa demasiado que la mayoría de los trucos se vean. Incluso da la sensación de que hay una intención en ello. Que los monos sean claramente hombres disfrazados, que la ballena se vea claramente como un muñeco de espuma, que las aguas del fondo del mar se vean claramente hechas a partir de unas líneas de plástico... forman parte del tono humorístico de la película, emparentada, salvando las distancias, a las parodias de Mel Brooks. Incluso da la sensación que, junto a la parodia-homenaje de las obras de Julio Verne, se da otra también evidente, la de los trucajes de Méliès y Segundo de Chomón. Aun así, no hay duda que hay que felicitar a la cinta por su imaginería, especialmente, insistimos, en su tramo final, una poética lucha en globo, que sabe cumplir con su objetivo de llevarnos a un mundo no transitado. Se nota que ha habido un trabajo importante en estudiar grabados de los globos diseñados por los hermanos Montgolfier y es casi seguro que toda la cinta ha sido producto de unos eficaces storyboards.


Marcel Fabre cumple con su cometido de caricato y es especialmente desternillante en su caracterización de hombre salvaje apocado, al que los monos consideran intelectualmente inferior, en la primera parte de la cinta. Luego le complementa, con igual o mayor comicidad, Nilde Baracchi, quien también sería la antagonista (bajo el papel de Robinette) de Marcel Fabre en sus numerosas películas como Robinet. Forman algo así como una pareja de antihéroes, a la que se suman personajes tan estrambóticos como el del director del Museo Oceanográfico de Melbourne, cuya vestimenta y porte evoca a la de un cómico ambulante.

Un título fascinante, que hay que valorar desde el entretenimiento, con evocaciones de otros mundos futuros y lejanos, ya presentes en el nombre de su protagonista: Saturnino (de Saturno, y la pasión por la ciencia ficción de Robida) y Farandola (farándula, teatro ambulante).

jueves, 1 de mayo de 2008

ALGUNOS LIBROS SOBRE CINE MUDO


El pasado 23 de abril se celebró en Cataluña la tradicional festividad (aunque en día laborable) de Sant Jordi, en el que es tradición que las parejas se regalen rosas y libros, o que cada uno se regale a sí mismo la novedad literaria aprovechando el descuento del 10 % en la compra. En otras latitudes también se celebra el Día Internacional del Libro, pues el 23 de abril de 1606 murieron Shakespeare y Cervantes. Ese día me pregunté, echando un vistazo a una de esas novedades (la traducción al español de Kafka va al cine), qué libros sobre el tema de este blog recomendaría al lector, más allá del año en que hubieran sido publicados. Aquí pongo el resultado de esa autoencuesta. Muchos de estos libros se encuentran más en bibliotecas y librerías de segunda mano, en este último caso no siempre a precios módicos.

Hay muchas formas de acercarse al tema. Podemos ver panoramas de la época, hojeando libros de historia "universal" del cine mudo o saltando de entrada en entrada en diccionarios, o podemos entrar en detalle con alguna historia particular, especialmente si es de primera mano, con el valioso testimonio de su protagonista.

Para los que prefieren la primera vía, resultan de interés la Historia del cine mudo de Roberto Paolella, Silent cinema: an Introduction, de Paolo Cherchi Usai, The Silent Cinema Reader, editado por Lee Grieveson y Peter Krämer, o El cinema mut (en catalán) de Palmira González López, sin olvidar las partes específicas en las historias del cine de Román Gubern, Mark Cousins, David Robinson, René Jeanne/Charles Ford, o los detallados primeros volúmenes de la Historia general del cine, editada por Cátedra, junto a los estudios para épocas concretas de David Bordwell y Kevin Brownslow (Estados Unidos), Vittorio Martinelli, Aldo Bernardini, Pierre Leprohon o el citado Paolo Cherchi Usai (Italia), George Sadoul o Jean Mitry (Francia), etc. Mitry, por cierto, entre sus varios libros dedicados al tema, tiene uno en particular atractivo: Historia del cine experimental, que muestra de algún modo la continuidad de los logros del cine mudo más allá de su época.


De todas formas, la historia del cine mudo que resulta más atractiva es la de Paul Rotha, El cine hasta hoy, considerada durante mucho tiempo el libro de referencia sobre el tema. Y lo es por varias razones. La fundamental ya está anunciada en su título: es un libro cuya primera versión (luego fue ampliado y completado por Richard Griffith con El cine desde entonces) es de 1930 y, por lo tanto, está hablando de primera mano, de películas que no hace mucho que vio en el cine. Obviamente, en algunos casos, como por ejemplo los inicios de Asquith apenas puede intuir por dónde evolucionará su arte, pero en la mayoría de los casos ofrece un panorama muy certero de cómo progresa el cine y no sólo desde su vertiente estética sino también industrial, aspecto éste al que dedica unas antológicas primeras páginas. También invierte un tiempo notable en dar un homenaje a la figura de Carl Mayer, una de las personalidades más influyentes del cine silente y no siempre tenido en cuenta, con apéndices exclusivamente dedicados a él.

Entre lo que se denomina obras de referencia destacan en el mercado anglosajón la Encyclopedia of Early Cinema, editada por Richard Abel, aunque para adquirirla hay que rascarse el bolsillo, y, en el español, el diccionario/estudio de Vicente Romero Joyas del cine mudo, y los tres diccionarios de películas de Luis Enrique Ruiz: Obras pioneras del cine mudo. Orígenes y primeros pasos (1895-1917), Obras maestras del cine mudo. Época dorada (1918-1930) y El cine mudo español en sus películas, sin olvidar un libro mal editado, pero de interés indudable, Los inicios del cine. Desde los espectáculos precinematográficos hasta 1917, de Jon Letamendi y Leire Ituarte.





Sobre estudios particulares sería muy largo dedicar tiempo aquí (ya lo haremos más adelante), pero citaré ahora algunas joyas en castellano que deberían tenerse en cuenta, tanto para el cinéfilo como para el que gusta de tener tesoros bibliográficos en sus estantes y en sus manos, todas ellas publicaciones de la Filmoteca Española. Uno de ellos es, sin duda, Los proverbios chinos de F.W. Murnau, de Luciano Berriatúa. Y no sólo por ser la principal fuente bibliográfica en español para el estudio de Murnau (aunque no habría que olvidar el exquisito Apuntes sobre las técnicas de dirección cinematográfica de F.W. Murnau, del propio Berriatúa). Son de sumo interés los ejemplos que aporta para las relaciones entre la pintura y el cine, o para las del cine con el esoterismo, además de aspectos como la música de las películas mudas, las varias versiones que se rodaban en función del mercado a las que iban dirigidas, el proceso de reconstrucción de películas o los espectáculos en sí mismos.

Otra de las joyas no es un título concreto, sino la serie de obritas que Carlos Fernández Cuenca escribió para la Filmoteca Española, asociadas a ciclos, especialmente en los años 60 y 70. Sus monografías dedicadas a directores internacionales como Murnau, Clair, Flaherty, Buster Keaton, Eisenstein, Hitchcock (su etapa británica), Dreyer, Pabst, Stroheim, Méliès, Dupont o nacionales como Benito Perojo, José Buchs, Fructuós Gelabert o Fernando Delgado, etc., saben combinar el recorrido biográfico (no exento de opinión) con un repertorio de argumentos muy detallados sobre las películas que él ha podido ver en salas de cine, lo que ha servido de fuente para el argumento de películas perdidas. No hay que olvidar tampoco sus estudios sobre el cine soviético o alemán, introducciones didácticas y breves sobre esas cinematografías.

Para el final me he reservado lo que más valor tiene en cuanto a libros acerca del cine mudo: el testimonio personal de aquellos que fueron sus protagonistas. Basten cuatro ejemplos: las memorias de King Vidor, que tituló Un árbol es un árbol, especialmente sus primeras páginas en las que cuenta cómo se acercó al cine, primero como acomodador en las salas (lo que le ayudó a saber qué quería el público) y luego en su viaje accidentado y sin dinero en coche hacia Hollywood; las de Cecil B. De Mille, Mis diez mandamientos, con una atractiva forma de narrar, en la que se mezclan detalles sobre los rodajes con aspectos sobre su vida personal y su otra vida laboral, la de mandamás en la incipiente aviación comercial; las memorias de tono agridulce de Buster Keaton, Slapstick, muy ágiles, desde su comienzos teatrales con su padre desde muy niño hasta los capítulos "que odio escribir", y las de Josef von Sternberg, Diversión en una lavandería china, escritas con mucha viveza y con un orden a salto de mata, el de la conversación más que el de la cronología.

A medio camino entre la memoria y la reflexión sobre la historia del cine se sitúan las valiosas aportaciones de René Clair, con Reflexiones: notas para la historia del arte cinematográfico), un repaso a la evolución del cine desde los años 20 hasta los 50, y Cine de ayer, cine de hoy. Por el estilo son dos libros de Ramón de Baños, uno de los grandes pioneros del cine español (y catalán), no demasiado divulgados: Notas íntimas de un "cameraman" español: 1906-1970 y Un pioner del cinema català a l'Amazònia, este último dedicado a su etapa en Brasil y sus contribuciones al cine de ese país.

Ya tendremos ocasión de ver estos y otros libros (como los teóricos que no he mencionado aquí de Eisenstein y Pudovkin, por ejemplo) en detalle en futuras entradas. Aprovecho para invitar a quien quiera escribir sobre un libro concreto a enviarme su reseña para publicarla. Espero haber contribuido o contribuir en el futuro a buenas horas de lectura sobre el cine mudo a todos aquellos que se acercan a este blog.