sábado, 5 de mayo de 2007

LA FAVORITA DEL MARAJÁ (1917) de Robert Dinesen y otras películas de harén


En una anterior reseña hablábamos de las películas de la Nordisk dedicadas a la trata de blancas. Muy relacionado con este tipo de películas, por cuanto también implica la captación de una mujer y su posterior rescate. Está el ciclo temático del harén, con títulos ambientados en un Oriente idealizado, donde un califa, un marajá o una figura similar retiene a una mujer occidental y su enamorado la intenta rescatar.
En relación a este tema la Filmoteca de Catalunya programó tres títulos de la Nordisk, que vienen a encuadrarse dentro de este esquema argumental, aunque con variaciones y matices importantes:

La primera de ellas es una breve aportación de Viggo Larsen, como director y actor, en los inicios de la productora, dentro de la dinámica del cine más primitivo. Un inglés se las ingenia para tratar de rescatar a una mujer blanca del harén del califa. Tras varios intentos, lo logra disfrazándose de una mujer que porta un gran canasto para la ropa sucia, donde se camuflará la rescatada. Tiene unos interesantes aunque rudimentarios decorados, con calles estrechas y sensación de vida, pero los personajes apenas están dibujados. Acaba con un bello plano final de la pareja en el mar.


La segunda, dirigida por Eduard Schnedler-Sorensen, toca el tema del harén de una forma indirecta, por cuanto la trama principal es otra. Un conde deja fijado en su testamento que la joven pareja a la que deja su patrimonio debe como condición tener descendencia. Un amigo, con el que el conde se comunica a través de un conducto secreto, trata de evitar tal posibilidad, secuestrando a la joven y ofreciéndosela a un presunto doctor oriental para que forme parte de su harén. Para ello, el doctor, a través del pasaje secreto, logra dormir a la joven, de tal manera que parezca que está muerta. El doctor y el intrigante amigo del conde se llevan a la presunta difunta de su habitáculo mortuorio (en una bella escena con cierto morbo) y la conducen a una habitación cercana. Ella al despertar, lo único que alcanza es a escribir con su alianza en el vidrio opaco de la ventana la pista de quién la mantiene secuestrada. Su marido contacta con un prestigioso detective, quien sigue los pasos de los secuestradores, a quienes finalmente atrapa tras una persecución sostenida por encima de los vagones de un tren. Allí el doctor muere y el amigo del conde es apresado. Destaca en este título el entramado de túneles y pasajes secretos, la originalidad del desarrollo del guión y, sobre todo, el último tramo con una trepidante persecución, más propia del cine de acción silente estadounidense que del danés coetáneo.

La tercera película programada, y, sin duda, la mejor, está dirigida por Robert Dinesen, un nombre importante dentro de la Nordisk, que ya había participado como ayudante de dirección de August Blom en Atlantis (1913), ya reseñada en este blog. Tal como se puede apreciar en la imagen que ilustra el inicio de esta reseña, la película goza de una gran fotografía y una cuidada recreación de ambientes, donde se ha mimado cada detalle del vestuario y de los escenarios, para plasmar el encanto de ese mundo exótico donde transcurre buena parte de la película. Pero no sólo eso, la historia va más allá de la tradición a la que pertenece y ofrece muchos elementos de interés para el espectador.

Una joven occidental es seducida (y no secuestrada) por el marajá, quien llena de rosas la habitación de la chica y le propone un plan de fuga. La chica se despide de su primo (que también la pretende), pidiéndole que la deje pasear sola en bote. Esta escena ofrece un hermoso tráveling de la cámara hacia atrás, elevando suavemente su punto de mira para ver al joven enamorado mirar cómo se aleja el bote. En unas escenas de gran belleza, la joven queda inconsciente y es rescatada por los hombres del marajá, quienes la conducen a palacio. Allí, ella está fascinada por los nuevos ropajes y joyas que la adornan, mientras el marajá contempla en privado, en una escena con sabor a fetichismo, el cofre donde ha guardado la ropa europea de su amada. Aunque la considera la favorita, otras bellas mujeres conviven en su harén (representado con múltiples chorros de agua y rica ornamentación). Esto hace que la joven se sienta incómoda, empieza a sentirse prisionera, a pesar de que el marajá sigue insistiendo una y otra vez que es su favorita y así la presenta ante las demás.

El marajá ofrece una recepción en su palacio a unos marinos europeos, entre los que se encuentra el primo de la muchacha, quien, tras un momento de tensión, solicita entrevistarse en privado con el marajá. Allí acuerdan que ella decida con quién quedarse. Para ello, en un acertado elemento de guión, que podría encajar esta historia en Las mil y una noches, hacen que al despertarse la chica se encuentre con dos cofres: uno contiene joyas y ropas orientales y el otro, la ropa que trajo antes de venir a palacio. Mientras su primo aguarda a esta última elección, con su bote al pie de palacio, junto al mar, para llevarse a su amada, el marajá ordena a los que custodian el palacio que, si ven a la joven vestida con ropa europea y con voluntad de huir, que la dejen marchar, pero que maten a quien intente seguirla. La muchacha se decide por sus antiguos ropajes y sale de palacio, seguida de cerca por una inquietante figura, escondida dentro de una túnica, que resulta ser el propio marajá, esperando que su guardia obedezca sus órdenes y le mate. Pero esto no ocurre y la joven, que ve en esta voluntad de morir del marajá una prueba de amor, rectifica su camino y decide entregarse a los brazos de su amado. Medio escondido, su primo ve la escena y comprende que no tiene nada que hacer allí.

He aquí un final que rompe por completo con la tradición del tema en la Nordisk, donde destaca el mayor empaque de la mujer en la historia, que deja de ser la simple presa por la que se enfrentan hombres y bandas enteras, para ser una persona con vaivenes en sus emociones y poder de decisión sobre ellas. También hay un mayor peso en el personaje del dueño del harén, el marajá, más allá de los estereotipos sobre lo oriental, interpretado por Gunnar Tolnæs, quien volvería a encarnarlo en las varias secuelas y versiones que se rodaron: la segunda (1919), dirigida por August Blom, la de 1921, dirigida por Max Mack, y la tercera parte (1926), rodada por A.W. Sandberg, a la que corresponde la ilustración que acompaña a este párrafo.

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