Volvemos a encontrarnos con Asta Nielsen, la gran estrella femenina del cine danés, que también lo fue del cine alemán en sus inicios, en dos títulos de sus primeros pasos como mito, un año después de haber rodado la que podría considerarse su tarjeta de presentación: Afgrunden (1910), dirigida por su marido, Urban Gad. Los dos títulos, El sueño negro (1911) de U. Gad y La bailarina (1911) de August Blom, que emparejan a la actriz con la otra gran figura del cine danés, Valdemar Psilander, ofrecen prácticamente el mismo molde temático: las pasiones que levanta entre dos hombres una bella mujer, vinculada al mundo del espectáculo, llevan a una serie de intrigas en salones y parques, culminadas con un disparo fortuito para conducir al melodrama a su punto más trágico. Sin embargo, y a pesar de estar rodados en el mismo año, hay una gran distancia en cuanto al atractivo de su puesta en escena, donde claramente gana la partida la película de Blom.
El sueño negro (1911) de Urban Gad
A Stella, una joven que actúa como amazona en un circo, se la disputan dos hombres: su pareja, Grev Johan Waldberg (Valdemar Psilander), y el joyero Hofjuveler A. Hirsch. El primero contrae una fuerte deuda con el segundo tras una partida de cartas. Para ayudarle a pagar esa deuda, Stella se deja regalar una joya de manos de Hirsch, momento que aprovecha para robarle un collar, que entrega a Grev Johan. Éste vende la joya, sin conocer su procedencia. Hirsch, quien había sido testigo de la entrega en un parque de ese collar, trama un plan contra la dama. Todo la tensión desemboca en un encuentro entre los tres protagonistas, en el que Grev Johan acaba con la vida de Stella, disparándole en el pecho, justo en el lugar donde ella guarda un documento que demuestra su amor por él.
Las escenas de interior no distan mucho en su concepción de los dramas románticos del teatro de la época y no aportan demasiado en cuanto a detalles técnicos. Más interesantes resultan las escenas de exterior, los sugerentes planos de una calle, con luz difuminada y sensación de vida, así como el encanto de las escenas en el parque, tanto los paseos de Grev Johan y Stella como el momento de la entrega del collar, un plano bien construido que incluye también a Hirsch escondido entre los matorrales, por lo que el espectador puede asistir a las estrategias de los tres personajes de un único vistazo. Hay una buena ambientación de los interiores, así como de vestuario, aunque a la Nielsen, como ocurre en otras películas, le colocan una colección de sombreros la mar de estrambóticos.
La bailarina (1911) de August Blom
Una bailarina de ballet, Camille, debe cubrir la ausencia de la estrella de un espectáculo. Su relación con un dramaturgo, Jean Mayol, se ve alterada por el flirteo de éste con otra dama, esposa de su amigo Simon. Tras una serie de intrigas, que acaban con la vida de la esposa de Simon, Camille se entrega a los brazos del pintor Paul Rich (interpretado por Valdemar Psilander).
En esta cinta, bajo la mirada de uno de los grandes realizadores del cine danés, August Blom, vuelve a presentar triángulos amorosos (aunque aquí la figura geométrica tendría más lados y ángulos) y a la Nielsen tocada con sus curiosos sombreros, aquí incorporados a la trama, en un momento de intercambio de indumentarias. Pero casi desde el inicio de la cinta ya marca distancia, desde el punto de vista técnico, con el anterior título. La estrella de ballet ha tenido que aprenderse a la carrera el texto de la actriz que ha causado baja y sale al escenario. Ello da lugar a un espléndido plano: vemos lateralmente la escena representada por Camille y el actor que la acompaña, pero también vemos el artificio del telón y al dramaturgo a un distancia más próxima en el plano, viendo la escena; al fondo se ven otros integrantes de la compañía que también observan el momento, pero que no tienen la importancia de ese personaje, el dramaturgo, dentro de la historia que se nos cuenta.
Más tarde, hay otro gran instante de narración a través de las imágenes y su disposición dentro del mismo plano. Camille ha sido invitada a dar un discurso en un salón. El plano presenta a la bailarina iniciando su discurso con la atención de su audiencia. A su lado hay un espejo en el que aparecen Jean y la mujer de Simon coqueteando. En un momento determinado, Camille interrumpe su discurso y señala a los dos amantes, situados fuera de campo, pero a los que vemos gracias a su imagen reflejada en el espejo. Efectivo recurso en una época en la que no sería tan habitual encontrar este tipo de soluciones, que intentan diferenciar teatro y cine.
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