Se dice que la valía de un actor se demuestra sobre todo cuando está de espaldas y no puede apoyarse en los gestos faciales para disimular sus carencias, cuando las tiene. No hay duda de que una de las mejores actuaciones de un actor de espaldas a lo largo de la historia del cine está en esta película, la de Emil Jannings, el gran actor del cine mudo alemán, el mismo que había encarnado al portero de El último (1924), el Mefistófeles del Fausto (1926), el Tartufo de la película homónima (1926), todas bajo la dirección de Murnau, o el viejo militar actor de La última orden (1928) o el profesor de El ángel azul (1930), ambas de Sternberg, por citar alguno de sus personajes. Su inmensa espalda llena la pantalla o sirve de encuadre para hacer más pequeño todo y más susceptible de caer bajo su amenaza. Aquello que bulle en el personaje se concentra en su nuca o en los hombros, y entonces algo va a pasar. También cuando su cara enojada queda marcada bajo las sombras, como si pudiera engendrar una tormenta por sí misma.
Son algunos de los puntos favoritos donde se concentra la cámara, pero no el único, porque junto a Jannings, y a la sensualidad de Lya de Putti, el gran protagonismo de este título está en sus aspectos técnicos, especialmente en los aciertos de Karl Freund por hacer de la cámara un personaje, tal como había conseguido un año antes con la "cámara desencadenada" de El último (1924), de Murnau. De hecho, este director había sido propuesto en principio por Erich Pommer, un claro ejemplo de productor-autor, para hacerse cargo del proyecto e intentar repetir las experiencias técnicas de ese filme, que tuvieron una gran proyección internacional. La tarea de la realización, no obstante, no recayó en Murnau, a pesar del interés por el mundo del circo que este autor profesaba: así, en su etapa americana, cuando tras el éxito de Amanecer, le propusieron elegir un tema, se decantó por una historia de ámbito circense (Four Devils). El caso es que bajo el crédito de director apareció Ewald Andreas Dupont. Con un productor como Pommer o un técnico tan autónomo como Freund, no quedaba mucho margen autoral para el director, pero quien haya podido ver Piccadilly (1929), una de las películas que rodaría en Gran Bretaña, puede ver una cierta personalidad en este hoy olvidado autor, uno de los mejores "francotiradores" del cine europeo.
Como en Piccadilly, hay un gusto por el exotismo y el erotismo que atrae la atención a un personaje casado, y le lleva a la perdición, con muertos por en medio. Hay un trasfondo (técnico y temático) de cine negro en estos títulos antes de que los franceses llamaran así a los policíacos de entre finales de los treinta y los años cincuenta. En el caso de Variété, aunque sólo en la historia que sirve de marco a la verdadera historia, hay referencia a las películas de prisiones, donde destaca el número 28 escrito sobre (cómo no) la espalda de Jannings, que hace pensar inmediatamente al espectador en una película posterior de Michael Curtiz, 20.000 años en Sing Sing (1933) donde los números se sobreimpresionan en pantalla a medida que los presos indiferenciados salen de su celda para ir al patio. Pero, sobre todo, hay un tema escabroso metido en un esbozo social, una historia de bajos fondos.
¿Y la historia? A estas alturas habrán comprendido que es lo de menos. Típica trama de un personaje casado que se deja atrapar por una recién llegada y abandona su hogar en Hamburgo para irse a vivir y trabajar a Berlín. Allí aparece otro hombre, con el que ambos comparten número circense, y el trío laboral también se convierte en trío pasional. Hay una muerte y el personaje de Jannings se convierte en preso, el número 28. Toda esta historia está siendo leída por el director de prisiones, que la revisa después de que la esposa del preso le pida un indulto, que le es finalmente concedido. Como en tantas historias desde el Hollywood silente hasta Susana de Buñuel, por ejemplo, la tranquilidad del hogar vuelve tras una tempestad femenina.
Son algunos de los puntos favoritos donde se concentra la cámara, pero no el único, porque junto a Jannings, y a la sensualidad de Lya de Putti, el gran protagonismo de este título está en sus aspectos técnicos, especialmente en los aciertos de Karl Freund por hacer de la cámara un personaje, tal como había conseguido un año antes con la "cámara desencadenada" de El último (1924), de Murnau. De hecho, este director había sido propuesto en principio por Erich Pommer, un claro ejemplo de productor-autor, para hacerse cargo del proyecto e intentar repetir las experiencias técnicas de ese filme, que tuvieron una gran proyección internacional. La tarea de la realización, no obstante, no recayó en Murnau, a pesar del interés por el mundo del circo que este autor profesaba: así, en su etapa americana, cuando tras el éxito de Amanecer, le propusieron elegir un tema, se decantó por una historia de ámbito circense (Four Devils). El caso es que bajo el crédito de director apareció Ewald Andreas Dupont. Con un productor como Pommer o un técnico tan autónomo como Freund, no quedaba mucho margen autoral para el director, pero quien haya podido ver Piccadilly (1929), una de las películas que rodaría en Gran Bretaña, puede ver una cierta personalidad en este hoy olvidado autor, uno de los mejores "francotiradores" del cine europeo.
Como en Piccadilly, hay un gusto por el exotismo y el erotismo que atrae la atención a un personaje casado, y le lleva a la perdición, con muertos por en medio. Hay un trasfondo (técnico y temático) de cine negro en estos títulos antes de que los franceses llamaran así a los policíacos de entre finales de los treinta y los años cincuenta. En el caso de Variété, aunque sólo en la historia que sirve de marco a la verdadera historia, hay referencia a las películas de prisiones, donde destaca el número 28 escrito sobre (cómo no) la espalda de Jannings, que hace pensar inmediatamente al espectador en una película posterior de Michael Curtiz, 20.000 años en Sing Sing (1933) donde los números se sobreimpresionan en pantalla a medida que los presos indiferenciados salen de su celda para ir al patio. Pero, sobre todo, hay un tema escabroso metido en un esbozo social, una historia de bajos fondos.
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2 comentarios:
Hallo.
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